Laura Orsina

Mi camino humano

Alguien que me quiere mucho y que quiero y admiro muchísimo dice de mí que soy la mujer de los umbrales, que conozco y visito mundos y te acompaño a verlos.



Dice ella que sé de la vida y también algo de la muerte.



De la vida recuerdo saber y sentir absolutamente todo cuando tenía 5 años (la edad que tengo en la foto).

Sentía y sabía que todo vibra y que la vibración crea formas, colores, sonidos, perfumes, mi abuela, el perro de mi vecino, el columpio, yo misma y todo lo que hay.

Sabía y sentía que en este mundo conviven muchos mundos y que todos ellos están entrelazados en una danza sin fin. Yo también bailaba, mucho.

Sentía que en el cuerpo está la alquimia y que la alquimia es el cuerpo mismo, sin ni siquiera saber que existía la palabra alquimia, claro.
Después, creciendo, me olvidé.



De la muerte, no sabía.


En 2002, se sentó a mi lado y derrumbó de golpe todo el castillo de naipes y seguridades que había construido hasta ese momento. Volviendo de un viaje en moto con mi pareja de hacía más de doce años, tuvimos un accidente y él murió en el impacto.



Todo lo que yo era o creía ser se quedó bajo los escombros del castillo
.

Lo de antes ya no existía, lo que quedaba carecía completamente de interés y de sentido.

Tuve que parar y soltarlo todo: casa, trabajo, proyectos.



Me salvó una red amorosa de amigos y familiares y acordarme de esa niña de cinco años y de las cosas que ella sentía y sabía.


Dediqué mucho tiempo a recordar lo que era realmente importante.


Descubrí que lo que desde siempre me había apasionado y que de alguna manera había cultivado (casi a escondidas) era justo el camino que quería seguir investigando y que la dirección iba hacia dentro: hacia los misterios inocentes del cuerpo y sus energías sutiles, la danza de la sexualidad, la profundidad de la meditación y el ciclo infinito de Vida-Muerte-Vida que lo une todo.



Pasaron años, estudios, práctica, destilación y vida.

Volví a la danza y al movimiento consciente y allí me encontré con partes de mí que había olvidado y con hermanas que no sabía que existían.

​

Encontré Maestras y Maestros, en varios lugares del mundo. Todas y todos me ayudaron a recordar lo que realmente importa, cortando ramas secas y sembrando posibilidades, y por esto estoy infinitamente agradecida.
 

Conocí el tantra no dual y volví a percibir esa vibración que sentía de pequeña.
Sigue siendo mi práctica de vida después de casi veinte años, a pesar de que la relación con mi maestro haya acabado de forma abrupta.
Por esto también estoy agradecida, los aprendizajes dolorosos liberan de las ilusiones.
Lo bueno de las enseñanzas se queda y florece.

Mientras, de Italia me mudé a España y mudó mi piel, muchas veces.
 

Sigo aprendiendo cada día de las personas que me permiten acompañarles en sesiones y grupos, nunca dejará de asombrarme su valentía y belleza, que honro profundamente.


La destilación continúa.

Ojalá el resultado del proceso alquímico sea la niña despeinada con la flor roja en el corazón y la mirada despierta.
De mayor quiero ser como ella.