Axel Cipollini

Mi camino humano

Una historia es solo una historia: es solo uno de los infinitos caminos de la conciencia universal para experimentarse a sí misma y, en algunos casos, para llegar a reconocer lo que es (y lo que también tú eres, en esencia): algo indescriptible que no tiene comienzo ni fin.

Aclarado esto, te contaré mi historia y cómo una risa de cinco horas cambió mi vida.

 

Si luego deseas una lista de títulos y experiencias profesionales, la encontrarás al lado.

Cuando era niño me encantaba explorar, y todavía lo hago. 
Pero también quería ser un pintor, un pintor explorador. 

Comencé explorando fuera, a pocos pasos de casa al principio. Luego a miles de kilómetros de distancia, y terminé explorando dentro. 

Al final, me di cuenta de que era lo mismo. 
Mientras tanto, me convertí en ingeniero naval, fotógrafo, profesor de secundaria, editor y terapeuta somático. 



 

Todo esto a menudo con sufrimiento, porque siempre pensaba que debía ser diferente de lo que era para finalmente sentirme reconocido y amado. 
Creía que mi valía dependía de la aprobación de los demás, y nunca era suficiente. Pero, en general, mantenía todo eso en mi interior. 


Muchos años después, esa infelicidad latente comenzó a salir de manera cada vez más evidente. Alternaba entre la rabia y la depresión, y a veces mi vida parecía desmoronarse.



En otros momentos, de repente, sin razón lógica (incluso después de un revés en la vida), experimentaba una felicidad total, y mi corazón se abría como una flor, y todo, dentro y fuera de mí, era perfecto.

Comencé a tener la intuición de que mi paz no dependía de eventos externos ni de mí mismo. 


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Mi sufrimiento me llevó a buscar soluciones a través de la terapia psicológica y respuestas a través de la espiritualidad. 


 

Solo tuve dos maestros en carne y hueso: Cristóbal Jodorowsky (maestro de psicochamanismo), a quien seguí durante 4 años, y más tarde Daniel Odier (maestro de Tantra de Cachemira) durante trece años. 

Ambos me enseñaron muchas cosas, pero sobre todo, que la perfección está hecha también de imperfección y que la vida está hecha también de muerte. Y también que los caminos de la vida, aparentemente absurdos, solo se comprenden al final.

Daniel me apartó para siempre del grupo de sus alumnos, sin ni siquiera haber tenido la oportunidad de hablar abiertamente con él, solo porque enseñé Tandava, una meditación de la tradición. 

Ya llevaba más de diez años impartiendo seminarios de conciencia corporal, pero nunca me había atrevido a guiar talleres de tantra porque sabía que, según la auténtica tradición tántrica, antes del despertar estable, no se puede improvisar como maestro. Y todo esto en un mundo lleno de “maestr@s” tántricos que ni siquiera tienen idea de lo que es el despertar.


 

Pero ese evento, que me pareció una injusticia en ese momento, resultó ser una bendición, ya que fue otro golpe a mi ego que ya se estaba desmoronando.

Cristóbal Jodorowsky murió el día antes de mi despertar. 

Un despertar que, en realidad, no fue “mío”, puesto que la liberación espiritual consiste precisamente en darse cuenta de que el ego es solo apariencia.

Es la conciencia universal que se reconoce a sí misma. 

Y así, el yo que pensaba que era desapareció. 


 

Fue como morir y renacer.




Y todo el castillo de mi sufrimiento psicológico se derrumbó en un instante. 
En ese momento, mi sistema colapsó: la liberación culminó en una risa ininterrumpida de cinco horas. 


Finalmente, había entendido el chiste cósmico.

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Tú también eres todo, simplemente quizás no lo sepas.